Parece que el señor Michael Moore ya tiene tema para una segunda parte de su laureado documental sobre la posesión de armas en los Estados Unidos. Casi ocho años después de la masacre de Columbine, los norteamericanos reviven con estupor una tragedia similar en la Universidad de Blacksburg, Virginia. Las trece víctimas que dejaron tras de sí los adolescentes Eric Harris y Dylan Klebold un 20 de abril de 1999 entre sus compañeros de instituto, antes de suicidarse ellos mismos, empequeñecen junto a los 32 muertos de que el joven coreano Cho Seung Hui ha sido responsable en Blacksburg –33 si contamos al propio asesino, también suicidado en última instancia–. La reflexión de toda una sociedad es inevitable, y el pensamiento de que algo no funciona en ella toma cuerpo de una forma clara y contundente. ¿Es normal que en un país tan adelantado cualquiera pueda disponer de armas sin apenas control? ¿por qué tanta violencia irracional entre los jóvenes? ¿acaso no tienen una parte mayúscula de responsabilidad quienes permiten e incluso fomentan esa violencia en el día a día? Tristemente, la sociedad estadounidense está "enferma", y su mal, mezcla de miedo y odio, se esparce por el mundo como la peste durante la Edad Media.
Mi mayor temor es que tan terrible enfermedad arraigue en una cultura –la nuestra–, que en las últimas décadas se ha comportado extraordinariamente permeable a las influencias del otro lado del Atlántico.
FRAN.
Hace 10 minutos
0 comentarios:
Publicar un comentario