lunes, 21 de abril de 2008
La subestimación de la amenaza climática
James Hansen, uno de los mayores expertos en clima de la NASA, reconoce haberse equivocado en sus previsiones iniciales sobre las reducciones en la emisión de dióxido de carbono que las naciones industrializadas deben tomar para evitar una catástrofe climática. Sus estimaciones le llevaron hace algún tiempo a sugerir que tal rebaja en la cantidad de CO2 en nuestra atmósfera tendría que llegar hasta las 450 partes por millón (ppm). Sin embargo, estudios más recientes emprendidos por un amplio equipo de científicos internacionales del que forma parte han reducido esta cifra a 350 ppm.
La conclusión no puede ser más pesimista, dado que, por ejemplo, los actuales objetivos de reducción de emisiones de la Unión Europea, que son los más restrictivos del mundo, se conforman con 550 ppm.
En palabras de Hansen al diario The Guardian: “Si nos quedamos en 450 ppm (es decir, el objetivo que ahora demandan la mayoría de activistas y científicos climáticos) durante bastante tiempo, es probable que se derrita todo el hielo. Eso es un aumento del nivel del mar de 75 metros”. Por lo tanto, “lo que hemos descubierto es que el objetivo hacia el que todos estábamos apuntando es un desastre, un desastre garantizado”.
James E. Hansen dirige el Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA, en Nueva York, y es profesor adjunto del Departamento de Ciencias Medioambientales y de La Tierra en la Universidad de Columbia, siendo considerado una eminencia mundial en materia de cambio climático. Hace unos años su cara se hizo famosa tras protagonizar una encarnizada polémica con el Gobierno de EEUU, cuando denunció que los estrategas de comunicación de la NASA habían tratado de silenciarle.
FRAN.
Fuente: elmundo.es.
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Etiquetas: Actualidad, Naturaleza y Ecología
Ecoogler
Ecoogler ya no es beta. La versión final del "buscador ecológico" impulsado por Google y Aquaverde ha entrado en funcionamiento recientemente ampliando sus servicios hasta ofrecer exactamente las mismas posibilidades de búsqueda que la más popular de las herramientas de internet. Ni que decir tiene que su tecnología es 100% Google, y los resultados que muestra idénticos. ¿Por qué usar entonces Ecoogler en lugar de Google como buscador? Pues muy simple, porque usando Ecoogler estaremos contribuyendo sin esfuerzo alguno a la reforestación del Amazonas. Con cada búsqueda realizada en Ecoogler, contribuimos simbólicamente a reforestar una hoja. Por cada 10.000 búsquedas/hojas, Ecoogler dona el dinero necesario para que se plante un árbol en el Amazonas.
FRAN.
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Etiquetas: Actualidad, Naturaleza y Ecología
lunes, 14 de abril de 2008
viernes, 4 de abril de 2008
Una pequeña historia muy simple
Había una vez un hombre que tuvo un sueño, en el cual Dios le encomendaba una importante misión:
-Debes cambiar el mundo, para convertirlo en un mundo mejor... -le dijo-.
Al día siguiente cuando el hombre despertó, se dijo:
-Y ahora ¿por dónde empiezo?, ¿entre todos los países del mundo?, pues empiezo con mi país, ¿y de todas las ciudades?, empiezo con la mía, ¿y entre todos los barrios?, pues empiezo con el mío, ¿y entre todas las viviendas?, pues empiezo por mi casa, ¿y entre todos los miembros de mi familia?, pues empezaré conmigo mismo...
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Etiquetas: Cuentos y fábulas
Esos simpáticos muertos vivientes
La verdad es que cada uno se lo pasa lo mejor que puede, y en eso no me meto. Faltaría más. Especialmente en lo de vivir emociones intensas. Hay quien disfruta como un gorrino en un charco atado a una cuerda elástica y tirándose de un puente, quien corre en Fórmula Uno, quien les empasta las caries a los tiburones en los cayos de Florida y quien se lo pasa bárbaro dándose, metódica y rítmicamente, martillazos en los huevos. Cada uno tiene su manera de segregar adrenalina, y me parece bien. Siempre y cuando, por supuesto, cuando luego se rompe la cuerda, derrapa el bólido, el tiburón te dice ojos negros tienes o el martillazo te deja mirando a Triana, no vayas reclamando daños y perjuicios, y con tu pan te lo comas. Las emociones, en principio, son libres.
Por eso, supongo, nada tengo que objetar a que trescientos jóvenes aficionados a las películas gore, muertos vivientes, cementerios y casquería con motosierra –afición tan legítima como otra cualquiera– organicen una Marcha del Orgullo Zombie rebozados de carne podrida, borbotones de sangre, ojos colgando, muñones sanguinolentos y cosas así. Al grito de «Sangre, sangre, dame más sangre», los de la Marcha Zombie –lo correcto, por cierto, sería zombi, sin esa innecesaria e gringa– se pasearon el otro día por Madrid, y así me los topé en el paseo del Prado: fulanos bailando con el pescuezo rebanado o con un destornillador incrustado en un parietal, pavas con media cara que parecía arrastrada por el asfalto, muñones sanguinolentos y demás parafernalia del escabeche. Todo divertido a más no poder, oigan. De troncharte y no echar gota. O como se diga.
Tanto me divertí con el espectáculo, que todavía me estoy riendo. Se me parten los higadillos acordándome. Un chute, lo juro. Divino de la muerte. Me desternillo acordándome de mis zombis particulares, que no necesitan que los maquillen con sangre chunga porque el producto natural lo ponen ellos, por la patilla. Me lo paso de miedo cuando estoy un rato pensando, o me despierto de noche, y vienen a hacerme compañía en su Marcha del Orgullo Zombi particular. No pueden imaginar ustedes lo que disfruto yo, y lo que disfrutan ellos. Ahí querría ver a los aficionadillos del paseo del Prado. A ver quién es capaz de competir con una bomba en un cine de Bagdad o un morterazo en el mercado de Sarajevo. Los desafío a todos a competir con mi amigo el comandante Kibreab y sus sesos desparramados sobre un hombro, tirado en el suelo de la plaza de Tessenei, en abril de 1977. O con el fastuoso maquillaje natural de la guerrillera desnuda por la onda expansiva de una granada y con las tetas hechas filetes por la metralla, en el Paso de la Yegua, Nicaragua, 1979. También sería difícil imitar la gracia del negro macheteado en junio de 1988 en Moamba, Mozambique. O la del fulano de Hezbollah hecho un amasijo de carne y tripas en su coche alcanzado por un misil israelí cerca de Tiro, en 1990. O, para terminar y no extenderme mucho, el salero zombi de los treinta y ocho croatas que en septiembre de 1991 vimos Hermann Tersch, Márquez y yo mismo degollados en los maizales de Okuçani, Croacia: cadáveres muy canónicamente gore todos ellos –habrían hecho un brillante papel en la Marcha del Orgullo Zombi–, a los que no imaginan ustedes con cuánta gracia les colgaba la cabeza con la garganta abierta cuando los levantaban del suelo para enterrarlos. Es que me acuerdo, oigan, y me parto. Tan simpático todo, fíjense. Tan divertido.
Estoy lejos de ser el único que puede aportar carnaza fresca a la fiesta, no se crean. Vayan y pregúntenle a Gerva Sánchez, por ejemplo, cuántos muñones sangrantes y sin sangrar, con minas y sin minas, ha fotografiado a lo largo de su vida profesional. O a Alfonso Rojo, Miguel de la Fuente, Paco Custodio, Fernando Múgica y Ramón Lobo, veteranos miembros de la vieja y extinta tribu, que todavía se despiertan a veces preguntándose en dónde diablos están. Lo del Orgullo Zombi tiene que traerles bonitos recuerdos, supongo. Muchas imágenes divertidas y simpáticas. Seguro que les pasa como a mí: les preguntas por el hospital de Sarajevo –chof, chof, hacía el suelo encharcado de rojo cuando lo pisabas– después de un día de buena cosecha de francotiradores y artilleros serbios, y seguro que se rulan de risa. Como habrían hecho, sin duda, Julio Fuentes, Miguel Gil Moreno, Anguita Parrado, el cámara Couso, Juantxu y los demás que ya no están aquí para rularse. A cinco litros de sangre por cabeza, calculen el flash. Los imagino a todos bailando por el paseo del Prado, a los compases de No es serio este cementerio. Qué guay, tíos. De verdad. Menudo subidón.
Publicado por Arturo Pérez-Reverte en XLSemanal (Nº 1066. Del 30 de marzo al 5 de abril de 2008).
Publicado por Frangarod en 22:56 3 comentarios
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