Eran las 8:15 de la mañana del 6 de agosto de 1945. A esa hora, el bombardero norteamericano Enola Gay dejaba caer la más mortífera arma jamás usada sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. Little Boy ("Niño Pequeño"), la llamaron los militares estadounidenses, irónico nombre para semejante artefacto de muerte.
Aquel día en que el cielo se tiñó de rojo y el aire ardió como nunca lo había hecho una gran ciudad quedaba reducida a cenizas en unos pocos segundos. 140.000 almas fueron segadas de un plumazo. Un país entero se sumía en la más profunda desesperación.
Aquel día todo cambiaba para siempre en la historia de la humanidad. La amenaza nuclear dejaba de ser solo eso para convertirse en una trágica realidad. El mundo entero tomaba conciencia de su maléfica creación y abría los ojos violentamente a una nueva existencia. Ahora todos sabían lo que era el miedo.
Otra bomba similar -Fat Man ("Hombre Gordo")-, sería lanzada tres días más tarde sobre Nagasaki, causando 80.000 víctimas más y propiciando el final de la Segunda Guerra Mundial con el anuncio por parte de Japón de su rendición incondicional el día 15 del mismo mes, algo que se hacía formal el 2 de septiembre al firmarse el acta de capitulación. El final de la sangría fue la única consecuencia positiva de los terribles bombardeos, pero el precio que costó, demasiado alto.
Como cada año, miles de personas se han congregado hoy en el Parque de la Paz de Hiroshima para guardar un minuto de silencio por las víctimas de la masacre y conmemorar una fecha que permanecerá por siempre grabada a fuego en la memoria de los japoneses. También debiera estarlo en la del resto de la humanidad. Durante la ceremonia, además, el alcalde de la ciudad, Tadatoshi Akiba, abogó en su discurso por la abolición global de las armas nucleares y propuso el año 2020 como la fecha límite para eliminarlas de una vez por todas de la faz de nuestro planeta. Puede sonar a utopía, pero debemos considerarlo una posibilidad real si no deseamos un mundo en el que 30.000 cabezas nucleares activas quiten el sueño a la mayoría de sus moradores. A mí, personalmente, me preocupan.
FRAN.
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3 comentarios:
Lo peor es que no hemos aprendido nada de aquello.Seguimos conmemorando los finales de incontables batallas, celebrando la libertad de innumerables pueblos y la salvación de otros tantos oprimidos. Pero esa "memoria" nos dura lo que duran los fuego artficiales en el aire. En cuanto se termina la celebración, corremos a gastar más dinero en armas,a inventar otras más mortíferas, a buscar otros pueblos a los que eliminar...
Me gusta pensar como vos compañero, con ese idealismo lleno de esperanza. Pero, en ocasiones como las de hoy, la crudeza y ruindad del ser humano,no me permite ver más allá del "negro".
Camarada, ciertamente el ser humano tiene un lado muy oscuro que no podemos negar, pero también ha demostrado ser poseedor de una gran bondad en su interior. En nuestra mano está decidir qué parte de nuestra naturaleza queremos que aflore en nuestros actos. Yo hace tiempo que tomé la decisión, con todas sus consecuencias. Quizás no sea el camino... "más inteligente", pero hasta la fecha me ha dado más satisfacciones que aflicciones.
Con respecto al resto de la humanidad, no está en mi mano decidir por todos (ni quisiera verme en tan difícil disquisición), pero sí que puedo aportar desde estas modestas líneas un poquito de lo que mi experiencia me ha enseñado y, entremezclado con mi manera de razonar y sentir, compartir con todos aquellos que, como tú, buscan -buscamos- respuestas a tantos males evitables.
Un fuerte abrazo.
"El hombre es el lobo de hombre". No descansaremos hasta vernos así. En ruinas. Entonces, quien sabe si halla lugar a un nuevo Adán y una nueva Eva.
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