martes, 20 de julio de 2010

Agnosticismo político

Contemplar el paupérrimo espectáculo que nuestros políticos nos han brindado días atrás en el marco del debate sobre el estado de la nación ha resultado desolador. Tanto como un inmenso desierto en el que perdido y desesperado no hallaras más aliento que el espejismo de un oasis inalcanzable.

Con los zumbidos de las vuvuzelas apagados y los humos de los fuegos de artificio disipados tras el histórico éxito de 'La Roja', España se da de bruces contra el muro de la crisis económica más profunda de nuestra historia democrática. Y lo que es aún peor, contra la ineptitud de la peor generación de políticos que nadie pueda recordar.

Hablar de oportunidad perdida resulta, pues, una falacia. Tan grande es el descrédito de la clase política que ni los más optimistas habrían apostado porque algo mínimamente bueno pudiera salir del Parlamento tras esos diálogos de sordos. ¡Y todavía algunos se llenan la boca mencionando a "la Casa del Pueblo"! Los neodéspotas que la usurpan, hoy como antaño, siguen al pie de la letra la memorable sentencia: "Todo para el pueblo, pero sin el pueblo".

La triste figura de un presidente Zapatero intentando justificar lo injustificable de unas medidas que atentan contra los cimientos mismos de la ideología que supuestamente profesa y que, como siempre, se ceban con las clases medias y los trabajadores de esta nación, solo merece un calificativo: ¡patético! Pero igual o aún peor fue el espectáculo ofrecido por el "carismático" y oportunista líder de la oposición haciendo leña del árbol caído y no aportando mejor solución que el reclamo de un adelanto electoral. Es decir, la posibilidad de coger la poltrona para no soltarla, como su oponente, hasta dejar a esta España nuestra más esquilmada que los caladeros de atún rojo del Mediterráneo.

Y al final todo queda en nada, algo habitual desde hace mucho. La "Casta", como muy acertadamente definiera don Arturo Pérez Reverte a estos politicuchos del siglo XXI, continúa tan ajena a los temores y padeceres del pueblo como aquellos otros dirigentes de La Ilustración que los precedieron. Y los medios (que no se van a ir de rositas), tan subordinados a las ideologías políticas como siempre lo han estado, pero a una escala superlativa, pues cada día resulta más utópica la hermosa unión de esos sustantivo y adjetivo que forman 'periodismo' y 'libre'. Y es que si desolador resultó el paisaje pincelado por los "representantes del pueblo", sonrojante han sido los análisis de prensa según provinieran de uno u otro bando, tan divergentes entre sí que parecieran emitidos en universos paralelos.

Por ese motivo, por estos políticos de tres al cuarto que nada aportan, y por estos periodistas que sí que aportan algo, pero solo sus carnets de militantes en este o aquel partido, declaro fervientemente mi agnosticismo político (y no digo ateísmo porque elevaría a estos sinvergüenzas a una "categoría divina" que muchos de ellos, créanlo, ya sienten suya).

FRAN.

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