Chile y Cuba tienen estos días algo en común. Dos países completamente diferentes, dos situaciones político-sociales sin parangón posible, pero tienen algo en común. En dos hospitales de Santiago y La Habana agonizan dos dictadores. El pasado se muere.
Para Chile supone enterrar de una vez por todas y para siempre los fantasmas aterradores de su época más negra. Augusto Pinochet, uno de los personajes más nefastos del siglo XX, exhala sus últimos suspiros con el castigo histórico de ver a una mujer de izquierdas al frente del que fuera "su" país. Perdió el derecho de llamarlo así, desposeído de su poder y reducido a un despojo (in)humano.
Para Cuba se abre una puerta de esperanza al futuro. Fidel Castro, el héroe que se "emborrachó" de revolución se aferra inútilmente a una vida que lo abandona. Personalidad compleja la suya, sin duda, y polémica como pocas. Artífice de la libertad de Cuba y represor de su propio pueblo. Dictador en última instancia, siempre a la sombra del verdadero revolucionario, del verdadero defensor de los pobres y los desvalidos, Che.
Voy a ser malo: ¡Mueran los dictadores! ¡Viva la libertad!
FRAN.
Hace 58 minutos
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