Hace ya bastante tiempo que quería comentarles mis impresiones acerca de esta soberbia película y, sin embargo, aún no había encontrado el momento apropiado para hacerlo, quizás por dejadez, o más probablemente por no hallar el día de “inspiración” necesaria para transmitirles mi opinión. No obstante hoy, navegando por la red como tantas veces a la caza de la noticia o del dato interesante para compartir con ustedes o para enriquecerme a mí mismo, me topé por casualidad con la novela del mismo título, y eso me hizo recordar mi cuenta pendiente.
“El Niño con el Pijama de Rayas” es una historia dura, plasmada en la gran pantalla con crudeza, sobre todo en sus momentos finales, que se pueden calificar de verdaderamente escalofriantes. Pero para ubicarnos, partamos de una visión global de la misma, que nos sitúa en la línea de otras dos grandes cintas que tratan sobre el “holocausto” de distintas maneras pero con igual fortuna: la brillantísima “El Pianista” de Roman Polanski y la formidable “La Lista de Schindler” del siempre recomendable Steven Spielberg. Todas ellas relatan con detalle el drama judío en los campos de exterminio nazis, pero todas toman un punto de vista diferente para hacerlo o, mejor dicho, un narrador distinto. Si en la película de Spielberg era visto desde fuera, por un no judío que empezaba siendo ajeno a la tragedia y acababa imbuido por ella hasta hacerle plantear el sentido de su propia existencia, en la obra maestra de Polanski era un propio hebreo de origen polaco el que vivía en sus carnes el azote de la “sinrazón”. En este caso el coste humano era aún mayor, pues al terrible dolor interior había que sumar el dolor de la pérdida de todos los seres queridos, algo que jamás se puede comprender hasta experimentarlo por uno mismo.
La novedad, en el caso que nos ocupa, es la “mirada” del protagonista, Bruno (encarnado por el joven y talentoso Asa Butterfield), un niño de ocho años que no alcanza a entender en profundidad los acontecimientos que se están desarrollando a su alrededor, pero que se ve involucrado en ellos por su propio espíritu inquieto y curioso, común a la mayoría de niños de su misma edad. Para él, aquellos barracones que se otean desde su casa, más allá del jardín trasero y de la alambrada que los separa, no son sino parte de una “granja” que su padre, comandante del campo, dirige por el bien de su patria. Por su parte “el niño del pijama de rayas”, el joven Shmuel (Jack Scanlon), es un chico igual que él, aunque lleve una existencia que desde su visión resulte curiosa a la vez que atrayente: ¿por qué vive en esa granja tan extraña tras esa alambrada? ¿por qué le dice su padre que deben ser enemigos? ¿qué ha hecho él para que las cosas sean así? Tantas cuestiones le llevarán a una búsqueda de respuestas que solo pueden tener un resultado fatal en su vida: el de la dolorosa verdad que se oculta tras la infantil inocencia. En este punto me recuerda a otra excelente y aplaudidísima película como fue “La vida es bella”, de Roberto Benigni, aunque ahí el peso narrativo recaía en el padre y no en el hijo que nada comprendía de la realidad subyacente tras el “país de las maravillas” creado por su progenitor.
Ahora bien, en mi opinión, el “punto fuerte” de esta historia y, por ende, el mayor mérito que se puede atribuir tanto a director como a guionistas es la manera en la que consiguen “situarnos en la piel del otro”, y me explico: Desde un principio se nos invita a asumir la personalidad del joven Bruno y a empatizar con él, conduciéndonos durante el desarrollo del metraje a una plena identificación con su persona de la que no llegamos a ser del todo conscientes hasta el final. Tal es así, que la situación de Shmuel y de los judíos que se hallan tras aquella alambrada (de una importancia simbólica fundamental en la película) nos causa una profunda desazón y pesar, algo que, sin embargo, no nos damos cuenta desde nuestra mirada de espectadores omniscientes que no sucede a Bruno. De esta manera, mientras esos hechos acontecen tras la alambrada nos duelen, cierto, pero no llegan a desgarrarnos las entrañas como sí ocurrirá cuando ésta es atravesada por el, entonces, “otro niño con el pijama de rayas”. A partir de ese momento, y solo entonces, es cuando podemos sentir, mínimamente, lo que millones de judíos debieron de padecer bajo el yugo de los nazis.
FRAN.
Un gato encantado de la Luna la valora con un 8/10.
FICHA TÉCNICA:
Título original: The Boy in the Striped Pyjamas
Dirección: Mark Herman.
País: Irlanda, Reino Unido, Estados Unidos.
Año: 2008.
Duración: 94 min.
Género: Drama.
Interpretación: Asa Butterfield (Bruno), Jack Scanlon (Shmuel), Vera Farmiga (Madre de Bruno), David Thewlis (Padre de Bruno), Amber Beattie (Gretel), Richard Johnson (Abuelo), Sheila Hancock (Abuela), Rupert Friend (Teniente Kotler), David Hayman (Pavel), Cara Horgan (Maria), Jim Norton (Herr Liszt), Zac Mattoon O’Brien (Leon), Domonkos Németh (Martin), Henry Kingsmill (Karl), László Áron (Lars), Iván Verebély (Meinberg).
Guión: Mark Herman, John Boyne (Autor de la novela).
Producción: David Heyman.
Música: James Horner.
Fotografía: Benoît Delhomme .
Montaje: Michael Ellis.
Diseño de producción: Martin Childs.
Vestuario: Natalie Ward.
Hace 1 hora
2 comentarios:
Estás pelis siempre me dejan el corazón aplastado. Y siempre me hacen pensar que la realidad supera por mucho nuestras suposiciones y la fantasía.
Yo te recomiendo "Campos de esperanza", película húngara sobre un jovencito de 14 años y su experiencia en los campos de concentración.
Esta película consiguió "ponerme los pelos de punta" cuando se acercaba a su clímax y dejarme dándole vueltas a la cabeza una y otra vez a lo que los seres humanos somos capaces de hacer, tanto para bien como para mal.
Tomo nota de tu recomendación y la añado a mi ya larguísima lista de pelis que me faltan por ver.
¡Un abrazo!
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