lunes, 27 de abril de 2009

El mundo perfecto

"Dios de las almas perdidas, tú que estás perdido entre los dioses, escúchame.

Vivo en el seno de una raza perfecta, yo, el más imperfecto de los hombres. Yo, un caos humano, nebulosa de elementos confusos, deambulo entre mundos perfectamente acabados.

Vivo entre pueblos regidos por leyes perfectas que obedecen un orden puro, en donde los pensamientos son clasificados, los sueños ordenados y las visiones registradas.


Estos pueblos, ¡oh Dios!, miden sus virtudes y pesan sus pecados. Y mil y otras futilidades, tan absurdamente que hasta las mínimas tonterías figuran entre sus registros y sus escritos, mientras que están muy lejos de ser virtudes o pecados.


Aquí los días y las noches están convenientemente divididos en estaciones dentro del respeto a conveniencias y a un orden preciso.


Comer, beber, dormir y cubrirse para después saciar el aburrimiento, todo a su debido tiempo.


Trabajar, jugar, cantar y bailar, para después descansar tranquilamente cuando llegue la hora.


Pensar esto, sentir aquello, después dejar de pensar y de sentir cuando una estrella se alza en el horizonte.


Robar al vecino con una sonrisa, dar regalos con gracioso ademán, admirar con moderación, acusar con cautela, destruir un alma con una palabra, quemar un cuerpo con el aliento, después lavarse las manos cuando se ha terminado el trabajo del día.


Amar según el orden establecido, divertirse de acuerdo a un método preconcebido, venerar a los dioses con discreción, engañar a los demonios con destreza, y después olvidarse de todo, como si la memoria hubiese muerto.


Imaginar con un motivo determinado; meditar con consideración; gozar dulcemente; sufrir noblemente; y después vaciar la copa de manera que mañana podamos llenarla otra vez.


Todas estas cosas, ¡oh Dios!, han sido concebidas con preclara visión, han nacido con un propósito firme, con exactitud, regidas por reglas y dirigidas por la razón, y luego se asesinan y se entierran según el método prescrito. Y aún las silenciosas tumbas que yacen en el fondo del alma humana tienen su marca y su número.


Es un mundo perfecto; de maravillas; el más maduro fruto del jardín de Dios; el pensamiento rector del Universo.


Pero dime, ¡oh Dios!, ¿por qué estoy yo aquí? Yo, semilla de pasión insatisfecha, loca tempestad que no busca ni Sur ni Aquilón, ni comienzo ni fin, aturdido fragmento de un planeta que pereció en las llamas.


¿Por qué estoy yo aquí? Dímelo tú, ¡oh Dios!, que te encuentras perdido entre los demás dioses..."


Gibran Khalil Gibran.

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